Constatamos que, progresivamente, hemos ido alejándonos de un contacto más directo con la naturaleza y modulando un paradigma, un manera de pensar y vivir, que ha desencantado el mundo al querer rentabilizarlo, contabilizarlo y controlarlo, puesto que está fundamentado en el mecanicismo, la objetividad, el materialismo, la utilidad o la rentabilidad. Hemos dejado de sentir el mundo y a la otra como nuestro hogar y, tal como tratamos el mundo, nos tratamos a nosotras mismas.
No sólo nos parecen imprescindibles los cambios materiales hacia un estilo de vida más respetuoso, sino que nos parece fundamental un radical cambio de paradigma, una transformación profunda de nuestra actitud hacia la vida.
Cuidar el mundo es cambiar el paradigma en el que habitamos. Nos parece imprescindible volver a dejarnos inspirar por lo sistémico, lo orgánico, la interdependencia o la solidaridad puesto que son valores más respetuosos con el medio y con nosotras.
Cuidar el mundo es aprender a vivir desde una actitud reverente, reconociendo nuestro entorno como nuestro hogar. Un hogar compartido, vulnerable, bello, orgánico, solidario.
Cuidar el mundo es cambiar nuestra forma de estar y pensar y empieza por no querer adaptarnos al guión de nuestro presente.
Cuidar el mundo es cultivar una actitud con la que relacionarnos con él y en él.