En nuestro presente alocado, tecnológico y digital, solemos vivir de espaldas a la vida y, también, de espaldas a nosotros mismos.
Nos afrentan conflictos, deseos, miedos, frustraciones y ansiedades en un mundo mudo, sordo y solitario donde campa a sus anchas el capital, la rentabilidad y la precariedad.
Recuperar, reivindicar y, principalmente, encarnar el cuidado de uno mismo es volver a poner la mirada en nosotros para ocuparnos de lo verdaderamente importante: poder llevar una vida emancipada, vinculada, consciente, responsable y madura, individual y socialmente.
No queremos falsas promesas ni tampoco discursos simplones. Queremos que cada cual indague sobre su manera de vivir, sentir y pensar y el camino filosófico nos parece el trayecto más radical, libre y veraz que conocemos.
Cuidar de una misma es desfundar lo artificial, habitar en uno mismo y, paradójicamente, salir de uno mismo, del centramiento mental y autoreferencial en el que a menudo estamos centrados. Cuidar de una misma es, también, desligarnos de las demandas de un contexto que progresivamente va asfixiándonos.
Cuidar y pensar van de la mano y conforman una actitud, una manera de estar y vincularnos en el mundo.
Cuidar y pensar forman parte de nuestra naturaleza y la dotan de dignidad. Pensarnos y cuidarnos es el gesto que, a cada momento, podemos hacer para vivir más plenamente.
Queremos vivir filosóficamente, queremos cuidarnos y aprender de ello. Queremos habitarnos. Queremos aprender a vivir en esta actitud.