El fenómeno humano es posible únicamente en la dimensión lingüística. En un principio, dicha afirmación parece presentarse con aires de incorregibilidad, no obstante, si se analiza desde una perspectiva filosófica, no podría decirse incorrecta. Quizá cabria citar a Chomsky, Wittgenstein o Rorty para defender su entereza, pero en aras de una comprensión vivencial de la misma, sería interesante hacernos una serie de preguntas que terminen por evidenciar al ser como un inquilino en la morada del lenguaje (Heidegger): ¿Cómo sé que sé? ¿Cómo sé que soy? ¿Qué permite pueda interpretar al mundo? ¿Qué permite pueda interpretarme a mí? ¿Cómo es que puedo dar cuenta de lo que siento y pienso?, entre otras. Queda más que claro que en este caso dichas interrogantes acarrean consigo una imperiosa afirmación, aunque con justa razón, pues se busca en su consideración poner de relieve como toda cuestión humana nace, frente a nuestra capacidad epistémica, en el lenguaje.
Somos un cúmulo de expresiones lingüísticas. Esta segunda aserción, aparenta a simple vista cruzar la línea de lo formal a lo injustificado, pero si nos damos a la tarea de entender y entendernos en el lenguaje, nos percataríamos que sin ese “cúmulo de expresiones lingüísticas”, nuestra dimensión humana se perdería en ámbitos que no competen a la experiencia cognitiva. El ser humano ha de conocerse en el orbe en el que se desenvuelve, y este es, sin duda alguna, el discursivo. Y pese a que a estas alturas somos ya un producto del lenguaje, y no al revés, la naturaleza del significado de dicho lenguaje yace en la experiencia de ser-y-estar-en-el-mundo.
Así pues, el quehacer filosófico de autoconocimiento se debe sobrentender no ya como un proceso de cuestionamientos sobre por qué nos hemos apropiado de ciertos medios expresivos, sino la manera en que dichos medios relacionan nuestra experiencia humana con el mundo, y con nosotros mismos. De igual modo y en aras del más sensato trabajo de autoconocimiento, debemos recordar que las palabras son mucho más que un sonido articulado que comprende una definición: son sentido, son intencionalidad, y entre muchas otras cosas, son disposición. Las palabras al sonar evocan vivencias, sentido común, sentimientos, identidad, y cumplen también una función simbólica que alude a lo que muchas veces sobrepasa los límites de las palabras mismas.
En suma, soslayar el ejercicio de concientización sobre la naturaleza del significado del lenguaje que empleamos, es igual a soslayar la naturaleza del ser. Por el contrario, darnos a la tarea de descubrir y descubrirnos en el lenguaje, es darnos a la tarea de desentrañar nuestra realidad humana. Al final, sabernos en el mundo, no importa que camino se tome, terminará siempre siendo una síntesis lingüística.