Más que una verdad clara y distinta, el famoso cogito ergo sum "pienso, luego existo" enunciado por Descartes, resultó ser una profecía. El rumbo de la modernidad que pensadores como él estrenaban, nos ha llevado a identificar cada vez más la existencia y lo que nos hace propiamente humanes con la actividad puramente mental. Nos hemos ido moviendo hacia una única modalidad del Ser, precisamente hacia aquella dedicada a delimitarnos. Creemos que somos la cárcel que nos contiene y es justamente al revés.
Ya dijo Jean-Paul Sartre, y no fue el único, que Descartes cometió un error fundamental en su enunciado: La consciencia que dice "yo pienso" no puede ser la misma que la que dice "yo existo".
Hay una consciencia que piensa y una consciencia que se da cuenta o que sabe que piensa. Si no fuera así, viviríamos pensando sin saber que pensamos, completamente alienados... De hecho, a menudo es así y parece que cada vez más.
La autoconsciencia, el ser consciente de uno mismo, es un movimiento reflexivo genuïnamente humano que requiere salirse del flujo del pensar y conectar con la intuición o "pensamiento superior", con otra modalidad situada "más arriba", pues tiene más perspectiva. Quizás podríamos decir que añade una dimensión o visión. Ya dijo Einstein, pensador sumamente intuïtivo, que la consciencia que ha creado el problema no puede ser la misma que es capaz de resolverlo. Operamos en niveles.
En términos del filósofo catalán contemporáneo Josep María Esquirol: "Vivir es sentir-se viviendo."
Hay algo más fundamental en la aprehensión de la existencia, algo seguramente más cercano al sentir que al pensar. Ese "algo" llega de forma clara y distinta en la contemplación o en la meditación, ya desde sus comienzos. Este es uno de esos lugares donde la práctica resulta mucho más clarificadora que el desarrollo conceptual. Lo primero que ocurre cuando te sientas a meditar es que sobreviene el flujo del pensar y te das cuenta de que piensas. A veces el flujo te atrapa, pero con la práctica es cada vez más fácil situarse en la orilla, en ese otro modo del ser, libre de la inercia de los pensamientos, que abre un campo o una dimensión nueva. Se abre la Consciencia.
Cuando la consciencia se dirije hacia adentro, hacia sí misma, se encuentra con lo No-Manifestado.
Pensamiento es Manifestación y, de hecho, algunas tradiciones afirman que el Universo es Mente, que todo está hecho de pensamientos. El reconocimiento del crear de la propia fuerza creadora la "condensa" en una singularidad. Es como un lugar infinitamente grande e infinitamente pequeño (interno) a la vez, y se siente como una paz o quietud de fondo que todo lo envuelve. Llegar a ello requiere práctica y/o una suerte de "gracia". Pero hay portales de acceso, seguramente muchos y distintos según las tradiciones y particularidades de cada sentir; cinco de ellos, que Eckhart Tolle resume en su famoso El Poder del Ahora resultarán ser, seguramente, los más asequibles para el modo de ser moderno. Ellos son:
- Entrar en contacto con el cuerpo interno, es decir, con el campo energético que envuelve y penetra el cuerpo. Esta práctica es muy potente, pues se trata de sentir la vida misma vibrando y latiendo, abandonando cualquier imagen o proyección sobre el cuerpo para sentir-se como fuerza o energía. De este modo la consciencia se mueve a un flujo expansivo y profundo y uno se da cuenta de que los límites que creemos que tenemos son puras imágenes añadidas a esa experiencia vital.
- Permanecer intensamente presente. Pues el presente es lo único que existe y que puede conectarte con lo que verdaderamente eres. La mente dirigida constantemente al pasado o al futuro nos mantiene en una ilusión que nos desconecta de nuestra verdad. Estar presente quita poder a la mente y en favor de la vida y la pone en su lugar.
- Entrar en el silencio. Como decía Raimon Panikkar, uno de los mayores peligros de la industrialización y de la modernidad es que no deja lugar al silencio. Ni dentro ni fuera. Ahora con la llamada "era de la información" este problema se evidencia todavía más. Todo surge del Silencio, especialmente toda Verdad. El Silencio envuelve cada sonido, engendra la Palabra y, en sí mismo, conduce a la profundidad infinita. Volver al silencio, que a menudo requiere de la soledad, es de una honestidad radical. En él no hay engaño posible, en él la ilusión se desgasta y perece.
- Ser consciente del Espacio. La consciencia de espacio es el correlato del silencio en el sentir. No hay objetos sin un lugar donde los objetos se dan y lo mismo ocurre con los pensamientos y las sensaciones. Consciencia de espacio es consciencia de matriz, de fuente, de Ser más allá de lo que se ve. Entrando profundamente en esta consciencia la interioridad y la exterioridad se funden.
- Rendirse a lo que es. Aunque todos los portales están guardados por la muerte y el ego muere en ellos (aunque luego pueda resurgir), este es el que más claramente requiere de su sacrificio. Rendirse a lo que es es la aceptación radical de lo que uno es y de lo que se da, el abandono de toda resistencia ante el mundo. La Paz que conlleva esta rendición es un bien que a veces se adquiere tras grandes batallas y mucho dolor, otras veces por un destello o comprensión de que todo ya es perfecto.