Cuanto más lejos situemos el objeto que nos ocupa, sea este la iluminación o cualquier otro, más podremos hablar de él, filosofar entorno, venerar, engrandecer, hacer como que conocemos y sabemos algo. Esto es, precisamente, lo que mejor hace el ego: pretende y crea separación, engrandece y empequeñece; dualiza.
Sobre todas las cosas, al ego le interesa crear separación en el Ser, algo que es verdaderamente imposible y sólo una ilusión en la que creemos para mantener una idea de identidad bajo las garras del miedo. El miedo del ego a desaparecer, a ser desenmascarado. Y es que sólo es eso, una máscara, una forma prestada.
En realidad, la iluminación no puede ser un objeto o un concepto, no puede estar lejos ni cerca, ya que es el estado natural del Ser, nuestro estado natural, donde sujeto y objeto se funden. Es la realidad que sustenta y da origen a todo. Es el SENTIR la conexión y la Unidad del Universo, manifestado y no-manifestado.
Este estado se revela únicamente ahora, en la presencia donde el nudo del ego, que entrelaza una idea de pasado y de futuro, se deshace por completo.
Al permitirte sentir plenamente, el Alma recupera su estado natural de consciencia y plenitud.
Vuelve al hogar.
El camino hacia la iluminación es un camino de deshacer, desmontar y desaprender; un ir quitándose capas y capas de disfraces, ilusiones, identificaciones... Hasta vislumbrar la esencia y hacer de ella lugar de residencia.
Eckart Tolle, en su famoso libro El poder del Ahora, enumera distintos portales de acceso al Ser, estos son: el Silencio; el Espacio; la Rendición y, por supuesto, el Ahora, la entrega completa al momento presente (y aun hay más). Todos ellos forman parte del Camino del Yoga o camino a la Unidad.
¿Ah, y el Amor? El Amor no es un portal. El Amor mana, fluye e impregna toda la realidad en cuanto uno de estos portales se abre. ¿Vamos? :)